La sofisticada urbanita Julia Devaux está encantada con la vida que lleva. Después de todo, ¿por qué no iba a estarlo? Tiene un estupendo trabajo en una editorial, unos amigos maravillosos, un piso espectacular y la compañía de su hermoso, aunque terco, gato siamés, Federico Fellini —definitivamente, va por el buen camino. Y entonces tiene la mala suerte de presenciar un asesinato y su vida se va directamente a la mierda. Ahora, “gracias” al programa de protección de testigos, a Julia la llevan a vivir a “Dios sabe dónde”, a cien millas de la librería más cercana y del Estee Lauder más disponible, donde la única comida rápida que se encuentra es carne de venado y lo más entretenido que se puede hacer es acostarse con un lacónico ranchero local. Por suerte, hablar no es lo que mejor sabe hacer Sam Cooper…
El ex SEAL Sam Cooper no puede creer en su buena suerte cuando la misteriosa Sally Anderson llega a la ciudad. Simpson, en Idaho, ni siquiera es capaz de ofrecer una taza de café, ni mucho menos a una nueva maestra de escuela tan preciosa. En el instante en que Cooper ve a Sally, la pone bajo su protección. Vale, a él no se le da muy bien hablar, pero hará todo lo posible por hacerla feliz. Y cuando descubre que su vida está en peligro, hará lo imposible para que esté a salvo y con él. Al fin y al cabo no está sólo en esa labor… todo Simpson quiere que ella se quede.
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